Pensar Cuba en Tiempo Futuro
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Por la puerta de atrás del Edén

Por  KATERINA SELIGMANN



Contestaré tu pregunta, y a la vez indagaré las perspectivas e ideas que propones. Quisiera reconocer que este encuentro que experimento al responder, el encuentro con tus pensamientos propicia y encamina mis respuestas y agradezco la acuidad con la cual organizas tus pensamientos, sin la cual no tuviera la oportunidad de refinar y retar los pensamientos míos al respecto. Lo que quiero decir es que agradezco la contaminación de mi mente que ejerces, y en eso puede ser que tengamos divergencias tú y yo, porque insistes en no dejar tu perspectiva de Cuba ser contaminada al encontrarse con las demás. ¿Qué entiendes por contaminación al insistir en evitarla?

El pensar Cuba en tiempo futuro que se desarrolla en mi mente tiene tres elementos que de tu forma has mencionado ya, pero los reiteraré de mi manera: en primer lugar, para poder pensar en el futuro se requiere un espacio de diálogo con apertura más que a la diferencia, a la divergencia (palabra que también sin saberlo se me había contaminado de la lectura de tu blog); en segundo lugar, pensar el futuro implica necesariamente, como bien sugieres, examinar el presente circunstancial por la contingencia de las posibilidades futuras que puede ofrecer el presente, y en tercer lugar pensar en el futuro demanda imaginación y contigo comparto el compromiso con las artes y en particular la literatura como ‘avenida’ hacia lo que por su parte Agamben llama “la comunidad que viene” (título de libro).

Primero, como señalas tú, es fundamental propiciar un escenario de diálogo o mejor todavía, de foro de ideas en el cual se pudiesen ofrecer y debatir un conjunto de deseos y posibilidades para el futuro de una Cuba que, como tan bien lo propones en torno a la identidad cubana, es infinitamente pensable, porque, como también articulas muy bien con Arendt en tu blog personal, “donde llega la verdad acaba el diálogo.” Y le agregaría a esta idea que, donde llega la verdad llega con falsedad. Un principio de vida -porque al vivir es vida que primeramente compartimos al encaminar nuestra humanidad- es el cambio. En el momento en que se defina cualquier verdad o justo después, llegará el cambio mismo de lo que se define y la vigencia de la postulación verídica disipará. A lo que voy es a que comparto contigo la idea que pensar Cuba en tiempo futuro comienza con un diálogo que, tal como el que pretendemos ensayar en este blog, se abre a todas las perspectivas posibles en toda su divergencia, perspectivas que al encontrarse puedan orientar un futuro cubano en el cual ninguna autoridad, de ninguna orientación política interrumpa esa posibilidad arendtiana que propones de convivir en la diferencia. De nuevo propongo agregarle algo a la posibilidad de convivencia en diferencia que para mi también es un deseo principal, tanto para el futuro de Cuba que para la de la humanidad. Lo que agrego es el deseo-posibilidad que articula Sylvia Wynter, el de poder articular un “nosotros” que no sea excluyente como ha sido la historia de producir la etnia (y también se le podría agregar aquí la historia de producir la nacionalidad), un nosotros que no necesite definirse en distinción a un no-nosotros, que no produzca al “otro” que no quepa en el esquema de este nosotros imaginario.[1] La pregunta que tengo al respecto, y que te dirigo a ti es, ¿qué se hará con las autoridades en este imaginado pero también practicable espacio de diálogo y debate? ¿Cómo se dialoga con personas que utilizan al poder para terminar con semejantes procesos de diálogo? Creo que comienzas a contestar esta pregunta en lo que sigue:

Llevamos cincuenta años en Cuba rechazando la diversidad en aras de una razón unificadora que correspondería con el futuro del mundo. He ahí donde volvemos con el tiempo y con la esperanza de que tu discurso difiera del mío: el futuro no debería ser enunciado nunca desde una entidad monolítica colectiva, totalizadora, que agrupe bajo su égida a discursos "menores". Ningún discurso es menor. La política necesita verse en forma de redes, en vez de en forma de pirámides o capas. Redes, donde lo que nos une, son las relaciones, los puntos de contacto, que por fuerza cambian de continuo.

Aquí bien articulas un problema histórico del cual es imprescindible "divergir" para poder lograr el tipo de diálogo que imaginamos y que también se desarrolla de distintas maneras en la blogosfera cubana. Quizás sea irónico que la intolerancia a la diversidad de opiniones políticas tenga al menos similar edad con consecuencias distintas en esa Cuba que no se encuentra dentro de Cuba. Las consecencias son diferentes porque no proceden de un poder gobernante, pero sí proceden de otros tipos de poderes como de recursos que pudieran servirle a la Cuba presente. Sólo quisiera señalar lo que siento necesario repetir aunque se haya visto claramente por siglos: el rechazo de la diversidad no tiene esencia política y podría venir disfrazado tanto de uniforme militar como de saco y corbata (y no dejemos atrás a los que nos gusta usar faldas y vestidos). Es un gran reto el tipo de red que propones. Cuando dices que ningún discurso es “menor,” me pregunto si mas bien ningún discurso debería ser “mayor.” Mas que pluralidad, creo que se articula aquí una heterodoxia en la cual no pudiese haber ortodoxia, pero creo que es importante, al menos para mí, aclarar que esto también se trata del reto de una organización política que no marginalice —me imagino que a eso es a lo que vas con “ningún discurso es menor.”

El segundo elemento de pensar Cuba en tiempo futuro que también mencionas tú es la necesidad de que el pensamiento futuro sea una fuente emergente del presente circunstancial y contingente. Aunque el pasado tiene sin duda lugar en el presente, porque como explica Deleuze en Diferencia y repetición, el pasado produce “contracciones” en el presente, la tendencia de que una crítica del presente sobrevalore al pasado es muy fuerte y sería beneficioso para propiciar un pensamiento futurístico que surja este de experimentar y examinar el presente, evitando una visión del pasado que interfiera con la capacidad de ver el presente. Como bien describe Peter Fritzsche en su explicación de la nostalgia, la sobrevaloración del pasado le niega al presente la realidad que se le otorga al pasado.[2]

En el caso de la Cuba insular y dispersa, la nostalgia por un pasado imaginado, sea la nostalgia hacia la Cuba pre-Revolución o hacia la Cuba de los años sesenta, de Revolución incipiente, es un elemento para reconocer y examinar, pero me parece que como el nacionalismo (y de hecho en muchos casos como acompañante del nacionalismo) la nostalgia por un pasado imaginado heroico o utópico tiende a funcionar como un mecanismo que impide indagar en el presente. Como explica Lilian Guerra, cuando el estado cubano promueve la hipérbole triunfalista del pasado (como en su proyección sobre los héroes de la Revolución), el costo del discurso hiperbólico y nostálgico es la indagación de los problemas del presente.[3] La nostalgia por la Cuba anterior a la Revolución tiene un efecto semejante, especialmente si interfiere en la posibilidad de conocer al dinamismo y en los problemas del presente cubano. Y no hay que ser especialista del exilio para saber que tiende a la nostalgia. El pensamiento requiere de reflexionar sobre nuestras tendencias. Lo que se diga fácilmente pocas veces será pensamiento. La humanidad, como bien he aprendido de Arendt, a quien leo con voracidad a sugerencia tuya, requiere de la superación del impulso. Para conocer el presente de Cuba hay que escuchar a todas las voces posibles, aun cuando no nos guste lo que dicen. En torno a esto, tanto como producto de algo llamado Cuba y gente llamada cubana que como estudiante de literatura e historia intelectual cubana, deseo promover la capacidad del mundo y en particular de los que forman parte de la amplia comunidad cubana de recibir los pensamientos que se producen en Cuba. Fuera de Cuba nuestra comunidad tiene voces muy altas, pero sus voces tendrían más capacidad de convocatoria si estuviesen en diálogo con las voces múltiples que surgen de Cuba -aunque de pronto no articularían lo mismo—; de aquí la importancia que le veo al dejarse contaminar a través del diálogo, no hacía una igualidad imposible pero hacia un discurso político procesual y polifónico.

Tu descripción crítica (y aquí estoy entiendo a la crítica como interrogación, análisis, evaluación) de la serie de beisbol es un ejemplo perfecto de cómo conocer y dar a conocer el presente en aras de un futuro tanto deseable como posible para Cuba. Da cuenta de un nuevo fenómeno en el cual se hace espectáculo pero también se vende (es decir, se codifica) el deporte -y de una forma que de hecho es típica para ese Caribe que a veces se repite- se politiza el fenómeno. Tu entendimiento de la pluralidad de participación tanto en la serie como en el desfile de deportistas ofrece la experiencia desde aperturas múltiples, y después terminas con la voz autoritaria que luego se apropia de la popularidad del evento para propiciar la fama de los deportistas en contra de los bloggeros, como si tuviese sentido comparar al discurso blogguero con el beisbol, como si fuesen ámbitos comparables. Y me voy a atrever a preguntar algo que me gustaría entender: ¿Qué significa en el año 2010, cuando la Habana Vieja tiene sedes de las tiendas de ropa mas lujosas de todo el mundo, ser contrarevolucionario cubano? Entiendo que en la práctica puede significar varias formas de marginación y hasta violencia para aquellos a quienes que se acusa de ser contrarevolucionario, pero lo que no logro entender es la supuesta vigencia de la categoría de “revolución.” La verdad es que no me urge entender esto sino entender cómo hablar más allá de la binaria (lógicamente falsa pero de todas formas con demasiada continuidad) “contra-dentro” que existe desde que Fidel Castro se la copio a Musolini en su discurso a los intelectuales, tanto dentro como fuera de Cuba.


Escribes otra cosa muy valiosa que sirve para volver al tercer elemento de pensar Cuba en tiempo futuro que menciono, la necesidad de fomentar la imaginación. Dices tú muy bien (tan bien que dan ganas irónicamente de hacer de él tatuaje…, mejor graffiti en la calle…) que: "La potencialidad del tiempo futuro es entonces la de funcionar como concreción del pensamiento, de la identidad cubana que ponemos en discusión, no para negarla o afirmarla sino para ´pensarla´, que es atenderla, revisarla, recrearla".

Editaría solamente la última palabra porque no creo que en ningún momento se debe recrear porque sería una forma de fijarla. Cambiaría la palabra por la palabra “reimaginarla”. Mi punto de partida al estudiar la literatura también es que la literatura, aunque utilice métodos distintos de los de la esfera política, aunque no se pueda encasillar en un partido político, siempre tiene que ver con política. Creo que tanto en Rama, ya que traes ‘a la mesa’ a la Ciudad Letrada, como en la politización de la literatura, la duda es hasta qué punto la literatura trabaja en servicio ideológico de un sistema de poder político –no se trata de salvar la literatura de la contaminación política sino de vigilar lo que ofrece en torno al pensamiento nuevo, o hasta qué punto permite el mejoramiento del pensamiento hacia las posibilidades políticas. Y eso definitivamente requiere de “la inversión de capital simbolico con fines públicos”, que bien explica la cita de Rojas que te agradezco al haber compartido.

Estoy de acuerdo con tu sugerencia que mi interés en el exotismo de Segalen, que no se debe confundir con el exotismo en general, tiene mucho que ver con tu propuesta de extranjería. Lo que me interesa del exotismo de Segalen es que es una posibilidad de enfrentarse con la diferencia y de ser afectado por el encuentro, de abrirse, aunque sea incómodo, a lo que verdaderamente extraña. De una vez reconozco que es un gran reto, pero uno que, como el encuentro en el arte o en la literatura con la innovación en el pensamiento o en la capacidad de expresión, propicia la apertura de la imaginación, y por lo tanto de la diversidad de posibilidades de practicar al ser humano.

Influenciada por Althusser, recientemente me he puesto a la tarea de analizar todo lo que mi cerebro rápidamente rechaza o promulga, aun antes de yo consentir. Lo que he encontrado en esta auto-crítica que recomiendo a cualquier persona que tenga interés en conocer su, diríamos, identidad-en-flujo, es que tengo bloqueos mentales específicos a la hora de comprender a la teoría comunista, como si el haber nacido en Estados Unidos bajo Reagan significara que tuviera incorporada, estilo Brave New World, una incapacidad para digerir lo que problematizaría al capitalismo. La ignorancia profunda en este país de los desarrollos de pensamiento que han surgido de la tradición marxista me hace incluso cuestionarme una posible conspiración, por efectividad del mecanismo. ¿Por qué introduzco el tema? Porque no puedo probarlo: no puedo explicar con certeza que la ideología funciona ni exactamente cómo funciona cuando bloquea el pensamiento, pero sé que la literatura tiene la capacidad de sorprender a estos bloqueos, entrando, como decían los románticos, ‘por la puerta de atrás del Edén’.


Referencias:

[1]Sylvia Wynter, “Ethno or Socio Poetics,” Alcheringa, Vol. 2, No. 2, 1976 (pp. 76-94).
[2]Peter Fritzsche, Stranded in the Present: Modern Time and the Melancholy of History (Cambridge: Harvard University Press, 2004), p. 65.
[3]Lilian Guerra. “Redefining Revolution in Cuba: Creative Expression and Cultural Conflict in the Special Period,” Cuba: Contrapuntos de cultura, historia y sociedad (San Juan: Ediciones Callejón, 2007).

¿Quiénes somos?

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Desde Cuba

Lizabel Mónica es escritora, artista multidisciplinaria, editora y promotora cultural cubana. Fundadora y coordinadora del proyecto Desliz (www.desliz.net.tc) y la revista homónima (www.revistadesliz.net.tc). Su blog personal es http://palaDeOinDeleite.blogspot.com

Para comunicarte con Lizabel
puedes escribir a
lizabel.pensarcuba@gmail.com

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Desde Estados Unidos

Katerina González Seligmann es escritora, traductora y estudiante de letras caribeñas. Es de familia cubana por un lado, de familia colombiana y hebreo-austriaca por otro lado. En Brown University estudia hacia un doctorado en literatura comparada.

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