Por LIZABEL MÓNICA
Contesto desde tu pregunta en torno a la contaminación para desplazarme luego hacia las maneras políticas de la literatura, pues lo que discutimos acá no es que la literatura sea política, lo que es obvio para ambas, sino cuáles son los efectos o alcances de esta política en un plano no imaginario.
Me asombra de tu pregunta sobre la contaminación que viene envuelta en la suposición de "mi insistencia en evitarla". Hubo algo pues en mi texto anterior que no debió quedar claro, y que te hizo leer una forma cerrada en torno a lo que llamas "mi perspectiva de [desde] Cuba". Aprovechemos pues para dilucidarla: no sólo contemplo la contaminación de perspectivas sino que considero vital el aprovechamiento de ese encuentro con el otro, que es el que adquiere las potencialidades de lo político. Evitaría más bien la contaminación desde una perspectiva fija, un ponernos en el lugar del otro, que nos hace hablar por el otro sin dejar que este nos exponga su propia enunciación. Puedo decir "imagino que de estar en tu lugar", que es ya una manera política, y por lo general deja la puerta abierta para que entre otra voz, otra experiencia, en vez de "de estar en tu lugar yo habría actuado…". Es esa voz propia que no debe trasladarse hacia la experiencia ajena, incluso hacia el lugar del otro, pretendiendo alienar la diferencia desde una perspectiva única. No es posible trasladar la experiencia de un espacio a otro, la identidad misma, sin que estas se conviertan por fuerza en otras. Entonces, volviendo, es importante contaminarse, que implica no conservar un estado de pureza. Aquí vuelve a ser útil la noción de extranjería para contemplar la identidad, el lugar propios, desde las cercanías con otro(s) lugar(es) e identidad(es). La política del exilio que ve Agamben donde este adquiere suma relevancia "al romper la espesa trama de la tradición política todavía hoy dominante" y que le podría llevar a replantear la política de occidente".
Las ideas de Agamben se relacionan bastante con las de Arendt. Para ella la política "se hace" a través de la conversación y acción entre las personas. La ley, por ejemplo, no pertenece al campo de la política, pues este último es el campo de la emergencia, donde se combinan lexis y praxis. El debate es fundamental para Arendt, el debate donde se va a expresarse y a escuchar al otro, y que nada tiene que ver con el gobierno. El terreno político, el de la discusión y el de la acción, es aquel donde no se va a "gobernar ni ser gobernado".
Otra idea de Arendt: la acción política -por medio de la lexis; la discusión, el debate- es "irreversible" e "imprevisible". Hablando en términos de literatura: nos lleva hacia un lugar donde no habíamos estado antes, y dónde tampoco habíamos previsto entrar. Y una vez que hemos vivido esa nueva experiencia otra, ya nada será lo mismo.
Es muy notable la distinción arendtiana entre el actor (aquel que lleva a cabo la acción) y el autor (aquel que lleva a cabo el trabajo: una actividad productiva según modelos predefinidos, con un principio y un fin). El primero "inter-actúa" entre sus semejantes provocando un acontecimiento, cuyas características fundamentales son sus cualidades de irreversibilidad e imprevisibilidad.
Quisiera detenerme un momento para puntualizar que lo que estamos analizando aquí no es sólo la importancia de estas ideas, de esta manera de entender lo político, para la sociedad cubana, sino la importancia de ellas para la literatura y la sociedad cubanas. Es pensar además no en términos de una literatura sino de literaturas. Es pensar la literatura como ciudadanía, como espacio de convivencia, convivencia en la diversidad. Es pensar la literatura no desde una tradición fija, que contempla una única voz nacional sincretizada a lo Fernando Ortiz, sino una literatura imprevisible, nacida del diálogo de voces diferentes en convivencia. Para que exista ese diálogo tienen que existir todas esas voces, todas ellas deben afirmarse en el espacio público -me viene a la mente ahora, por ejemplo, el debate sobre la cuestión racial en Cuba que tiene lugar en estos momentos; un debate que trató de enmascararse bajo políticas de hibridación que conformaran ese todo único infructuoso-; es decir, deben existir todas esas literaturas, todas las que podamos imaginarnos. En Cuba se habla de literatura tratando de hablar desde "una" identidad legitimizadora, desde una Literatura Mayor que abarque a todas las literaturas menores -no en sentido deleuziano aquí. Estoy cuestionando el canon sí, pero no un canon u otro en específico, sino esa misma idea del canon. Siempre habrá una o dos literaturas que prevalezcan por encima de las otras, pero en Cuba, donde el mercado editorial no existe, donde las políticas culturales siguen un esquema moralista -judeo-cristiana, en nuestro caso-, además de la censura relacionada con la ideología gubernamental -la cual se dice fácil, pero que sabemos que no es nada simple: aquí hay políticas de sujeción del cuerpo, pero también políticas de raza, de género, etc.-, es necesario que al menos los escritores conciban la literatura no en términos despóticos, sino como una diversidad de posibilidades en convivencia. Debe existir, por ejemplo, la literatura de auto ayuda en Cuba, claro, así como la literatura pornográfica, entre otras. No pensar en términos de una literatura en mayúsculas grabada en letras doradas sobre la nación misma que debe cuestionarse, lo cual resulta muy paradógico en un medio hostil, de franca miseria, plagado de discursos marginados -en conversación con el poeta Juan Carlos Flores.
Otra idea es que para Arendt la política, entendida de esta forma, que sólo se ha expresado en "unas pocas grandes épocas" (¿Qué es la política?, p.71), tiene como ámbito la palabra, y particularmente la palabra que crea un consenso, un acuerdo. Su referente es la polis helena -no enunciada desde un punto de vista histórico-, y el ágora, espacio de reunión e intercambio de perspectivas. Entonces, otra vez la literatura.
Es curioso, por ejemplo, que el autor chileno del ensayo "La idea de la política en Hannah Arendt", termine confesando que no es un politées o ciudadano arendtiano, difícil de encontrar en esta época, por ser pocos los que cumplirían con los "requisitos que Arendt exige para alcanzar la condición de politées", pero que "es pertinente preguntarse quiénes cumplen con ellos". Y agrega, "Sin duda que los hay. Quizás, el poeta César Vallejo diría: son pocos, pero son." La mención del poeta al final del estudio, donde la poesía entra como tantas otras veces para apoyar o resumir ideas cuya máxima concreción se alcanza muchas veces -sólo- a través de la literatura, es un acontecimiento que valdría tener en cuenta desde el punto de vista de mi propuesta de una literatura política al modo arendtiana.
Quedan preguntas por responder enunciadas por ti y algunas líneas mías a las que quisiera dar continuidad. Lo haré en un próximo post. Por ahora quede esto para presentar tu conferencia de hoy.
Referencias:
Hannah Arendt, ¿Qué es la política?, Ed. Paidós, Barcelona 1997.
Giorgio Agamben, Política del exilio.Traducido por Dante Bernardi. Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura. Barcelona, No 26–27, 1996
Luis R. Oro Tapia, "La idea de la política en Hannah Arendt", Revista Enfoques, segundo semestre, año/vol. VI, número 009. Universidad Central de Chile, Santiago de Chile. pp. 235-246
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Contesto desde tu pregunta en torno a la contaminación para desplazarme luego hacia las maneras políticas de la literatura, pues lo que discutimos acá no es que la literatura sea política, lo que es obvio para ambas, sino cuáles son los efectos o alcances de esta política en un plano no imaginario.
Me asombra de tu pregunta sobre la contaminación que viene envuelta en la suposición de "mi insistencia en evitarla". Hubo algo pues en mi texto anterior que no debió quedar claro, y que te hizo leer una forma cerrada en torno a lo que llamas "mi perspectiva de [desde] Cuba". Aprovechemos pues para dilucidarla: no sólo contemplo la contaminación de perspectivas sino que considero vital el aprovechamiento de ese encuentro con el otro, que es el que adquiere las potencialidades de lo político. Evitaría más bien la contaminación desde una perspectiva fija, un ponernos en el lugar del otro, que nos hace hablar por el otro sin dejar que este nos exponga su propia enunciación. Puedo decir "imagino que de estar en tu lugar", que es ya una manera política, y por lo general deja la puerta abierta para que entre otra voz, otra experiencia, en vez de "de estar en tu lugar yo habría actuado…". Es esa voz propia que no debe trasladarse hacia la experiencia ajena, incluso hacia el lugar del otro, pretendiendo alienar la diferencia desde una perspectiva única. No es posible trasladar la experiencia de un espacio a otro, la identidad misma, sin que estas se conviertan por fuerza en otras. Entonces, volviendo, es importante contaminarse, que implica no conservar un estado de pureza. Aquí vuelve a ser útil la noción de extranjería para contemplar la identidad, el lugar propios, desde las cercanías con otro(s) lugar(es) e identidad(es). La política del exilio que ve Agamben donde este adquiere suma relevancia "al romper la espesa trama de la tradición política todavía hoy dominante" y que le podría llevar a replantear la política de occidente".
Las ideas de Agamben se relacionan bastante con las de Arendt. Para ella la política "se hace" a través de la conversación y acción entre las personas. La ley, por ejemplo, no pertenece al campo de la política, pues este último es el campo de la emergencia, donde se combinan lexis y praxis. El debate es fundamental para Arendt, el debate donde se va a expresarse y a escuchar al otro, y que nada tiene que ver con el gobierno. El terreno político, el de la discusión y el de la acción, es aquel donde no se va a "gobernar ni ser gobernado".
Otra idea de Arendt: la acción política -por medio de la lexis; la discusión, el debate- es "irreversible" e "imprevisible". Hablando en términos de literatura: nos lleva hacia un lugar donde no habíamos estado antes, y dónde tampoco habíamos previsto entrar. Y una vez que hemos vivido esa nueva experiencia otra, ya nada será lo mismo.
Es muy notable la distinción arendtiana entre el actor (aquel que lleva a cabo la acción) y el autor (aquel que lleva a cabo el trabajo: una actividad productiva según modelos predefinidos, con un principio y un fin). El primero "inter-actúa" entre sus semejantes provocando un acontecimiento, cuyas características fundamentales son sus cualidades de irreversibilidad e imprevisibilidad.
Quisiera detenerme un momento para puntualizar que lo que estamos analizando aquí no es sólo la importancia de estas ideas, de esta manera de entender lo político, para la sociedad cubana, sino la importancia de ellas para la literatura y la sociedad cubanas. Es pensar además no en términos de una literatura sino de literaturas. Es pensar la literatura como ciudadanía, como espacio de convivencia, convivencia en la diversidad. Es pensar la literatura no desde una tradición fija, que contempla una única voz nacional sincretizada a lo Fernando Ortiz, sino una literatura imprevisible, nacida del diálogo de voces diferentes en convivencia. Para que exista ese diálogo tienen que existir todas esas voces, todas ellas deben afirmarse en el espacio público -me viene a la mente ahora, por ejemplo, el debate sobre la cuestión racial en Cuba que tiene lugar en estos momentos; un debate que trató de enmascararse bajo políticas de hibridación que conformaran ese todo único infructuoso-; es decir, deben existir todas esas literaturas, todas las que podamos imaginarnos. En Cuba se habla de literatura tratando de hablar desde "una" identidad legitimizadora, desde una Literatura Mayor que abarque a todas las literaturas menores -no en sentido deleuziano aquí. Estoy cuestionando el canon sí, pero no un canon u otro en específico, sino esa misma idea del canon. Siempre habrá una o dos literaturas que prevalezcan por encima de las otras, pero en Cuba, donde el mercado editorial no existe, donde las políticas culturales siguen un esquema moralista -judeo-cristiana, en nuestro caso-, además de la censura relacionada con la ideología gubernamental -la cual se dice fácil, pero que sabemos que no es nada simple: aquí hay políticas de sujeción del cuerpo, pero también políticas de raza, de género, etc.-, es necesario que al menos los escritores conciban la literatura no en términos despóticos, sino como una diversidad de posibilidades en convivencia. Debe existir, por ejemplo, la literatura de auto ayuda en Cuba, claro, así como la literatura pornográfica, entre otras. No pensar en términos de una literatura en mayúsculas grabada en letras doradas sobre la nación misma que debe cuestionarse, lo cual resulta muy paradógico en un medio hostil, de franca miseria, plagado de discursos marginados -en conversación con el poeta Juan Carlos Flores.
Otra idea es que para Arendt la política, entendida de esta forma, que sólo se ha expresado en "unas pocas grandes épocas" (¿Qué es la política?, p.71), tiene como ámbito la palabra, y particularmente la palabra que crea un consenso, un acuerdo. Su referente es la polis helena -no enunciada desde un punto de vista histórico-, y el ágora, espacio de reunión e intercambio de perspectivas. Entonces, otra vez la literatura.
Es curioso, por ejemplo, que el autor chileno del ensayo "La idea de la política en Hannah Arendt", termine confesando que no es un politées o ciudadano arendtiano, difícil de encontrar en esta época, por ser pocos los que cumplirían con los "requisitos que Arendt exige para alcanzar la condición de politées", pero que "es pertinente preguntarse quiénes cumplen con ellos". Y agrega, "Sin duda que los hay. Quizás, el poeta César Vallejo diría: son pocos, pero son." La mención del poeta al final del estudio, donde la poesía entra como tantas otras veces para apoyar o resumir ideas cuya máxima concreción se alcanza muchas veces -sólo- a través de la literatura, es un acontecimiento que valdría tener en cuenta desde el punto de vista de mi propuesta de una literatura política al modo arendtiana.
Quedan preguntas por responder enunciadas por ti y algunas líneas mías a las que quisiera dar continuidad. Lo haré en un próximo post. Por ahora quede esto para presentar tu conferencia de hoy.
Referencias:
Hannah Arendt, ¿Qué es la política?, Ed. Paidós, Barcelona 1997.
Giorgio Agamben, Política del exilio.Traducido por Dante Bernardi. Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura. Barcelona, No 26–27, 1996
Luis R. Oro Tapia, "La idea de la política en Hannah Arendt", Revista Enfoques, segundo semestre, año/vol. VI, número 009. Universidad Central de Chile, Santiago de Chile. pp. 235-246